
CONSPIRA POR FAVOR
Desde pequeños nos educan para tener una opinión formada sobre todo.
Nos enseƱan a ver las cosas de un color definido, en blanco o en negro, verdadero o falso, afirmativo o negativo, a creer o a no creerā¦
En definitiva, nos inculcan que debemos albergar un punto de vista concreto sobre cualquier materia y que no tenerlo es algo nocivo.
Por esta razón, tendemos a rechazar la duda y la indefinición y a aferrarnos rÔpidamente a la primera explicación o justificación que nos parezca plausible para sentirnos seguros, como si estuviéramos perdidos enmedio del océano y nos agarrÔsemos a una madera para no hundirnos.
Y esta primera opción a la que nos abrazamos para darle sentido a todo, acostumbra a ser la que podrĆamos llamar la āverdad oficialā, aquella que nos es ofrecida por el comĆŗn de la sociedad.
Una cĆ”lida verdad acatada por la mayorĆa que, no solo nos protege del espectro terrorĆfico de la incertidumbre, sino que nos permite ser aceptados por la gente que nos rodea.
Algo a lo que difĆcilmente querremos renunciar jamĆ”s.
Ćste es uno de los mecanismos de refuerzo del Sistema mĆ”s poderosos que existen.
Y tiene grandes implicaciones en las dinÔmicas sociales, ya que una vez programada toda una sociedad con estas mecÔnicas, cualquier idea o concepto que escape a lo comúnmente admitido es atacado por la mayoria de sus miembros, como si alguien pretendiera robarles ese trozo de madera que les permite flotar en el mar.
Se trata de una reacción automÔtica y visceral en contra de todo lo que se salga del redil, un mecanismo de autodefensa y represión del Sistema ante cualquier elemento que lo ponga en duda, como hacen los anticuerpos de un organismo, programados para defenderlo al precio que sea.
AsĆ, cualquier planteamiento que contradiga la verdad oficial, se tilda de locura, irracionalidad, supercherĆa o, siguiendo la expresión peyorativa de moda en este momento, de āconspiranoiaā.
Y es cierto e innegable que, sobretodo en las redes, se dicen muchos disparates y estupideces y que las supersticiones, los mitos y la paranoia sin fundamento, campan a sus anchas.
Pero no es menos cierto que la reacción de muchos de aquellos que actĆŗan como āanticuerpos del Sistemaā, es generalmente una respuesta irreflexiva y cerril, propia de personas que se niegan a abrir los ojos a nuevos puntos de vista.
Este tipo de gente se aferra a su trocito de madera enmedio del océano y se autoconvence de que ese pedazo de tronco, es en realidad una isla con sólidos cimientos.
En otros tiempos eran los defensores de las doctrinas de la fe, los que denunciaban y quemaban a brujas y herejes y ahora los vemos representados en nuevas y mĆŗltiples formas adaptadas a los tiempos históricos, defendiendo fanĆ”ticamente la verdad oficial en el campo de la ciencia, las creencias, la moralidad, la polĆtica, la educación o la economĆa.
Los perros del Sistema
Son los tĆpicos personajes que, cuando alguien plantea cualquier teorĆa alternativa a la verdad oficial, ladran, espuma en boca, tildĆ”ndola de disparate, sin tan solo pararse un momento a analizar el asunto por sĆ mismos, como perros soltados por su amo que atacan a un intruso.
Su implicación emocional los delata: invierten enormes cantidades de energĆa en la descalificación, la burla y el insulto hacia todo aquello que ponga en duda la ficción de āmundo seguroā que rige en su mente.
QuizƔs no son conscientes de ello, pero a este tipo de personas, les mueve el miedo.
Sienten auténtico pavor ante cualquier concepto que haga tambalear su visión de la realidad.
Tal es su nivel de cobardĆa.
Ciertamente, la suya serĆa una postura tan legĆtima como cualquier otra si en muchos casos no fuera tan agresiva y extremista y ante todo, tan contradictoria.
Su gran contradicción consiste en que acostumbran a defender la necesidad del orden establecido con el argumento de que sin Ć©l, el mundo serĆa un caos, un lugar inhabitable entregado al salvajismo, la barbarie y la criminalidad.
Ćsta es la visión que tienen de las personas que les rodean y de la naturaleza humana y por lo tanto de sĆ mismos.
Y quizÔs tengan parte de razón, quién sabe.
Pero curiosamente, cuando alguien denuncia que sus āamosā, tan humanos como los demĆ”s, tambiĆ©n son corruptos, traidores, crueles, mentirosos y criminales, corren a tildarlo de āconspiranoicoā y arremeten contra Ć©l, con toda su agresividad.
Por lo visto, para los āperros del Sistemaā, la barbarie solo se aplica a las clases populares.
Asà pues, no solo son esencialmente cobardes a la hora de abrir los ojos a realidades incómodas, sino que ademÔs la suya es una actitud servil, elitista y discriminatoria.
Actualmente, uno de sus campos de batalla preferidos es de las llamadas āteorĆas de la conspiraciónā, que son capaces de negar tozudamente sin ni tan solo llegar a valorar su verosimilitud y plausabilidad.
Para este tipo de sujetos resulta inaceptable ni tan solo plantear la idea de que los atentados del 11-S de 2001 en Nueva York fueran perpetrados por el propio gobierno norteamericano.
Para ellos, eso son ādelirios conspiranoicosā y son capaces de cerrar los ojos ante cualquier indicio al respecto, por sospechoso que resulte.
Sin embargo aceptan sin pestañear las conspiraciones históricas, como el autohundimiento del USS Maine que sirvió a Estados Unidos de excusa para declarar la guerra a España en 1898.
O el incendio del Reichstag AlemÔn, perpetrado por los propios nazis y atribuido a los comunistas y que sentó las bases del régimen totalitario de Hitler.
O los incidentes del Golfo de Tonkin, con el auto-ataque norteamericano al USS Maddox que permitió a los Estados Unidos involucrarse a escala masiva en la guerra de Vietnam.
O incluso, la Operación MK Ultra de la CIA, consistente en un demencial programa de investigación secreto para controlar la mente de los individuos, algo que podrĆa considerarse el colmo de la extravagancia paranoica, pero que sin embargo fue revelado por el Congreso de los Estados Unidos en una investigación oficial en 1975.
Tales maquinaciones habrian sido calificadas como āconspiranoiaā en su momento, por mentes cerradas como las suyas.
Sin embargo, una vez los āamosā deciden otorgar el marchamo de āverdad oficialā a estas teorĆas, sus fieles servidores las acatan y reverencian como āhechos históricos incontrovertiblesā.
De la misma manera, descalifican a quien insinĆŗe la posibilidad de que la actual crisis económica fuera diseƱada por una Ć©lite con la finalidad de enriquecerse y acumular poder, a pesar de que, los mismos medios que publican ālas verdades oficialesā que tanto reverencian, nos muestran, bien claramente, seƱales de que tales teorĆas no son tan descabelladas como quieren hacernos creer.
AsĆ pues, a los perros del Sistema no los mueve la lógica de los hechos ni los posibles indicios o evidencias que sostengan cualquier teorĆa.
No dejan un espacio para la duda razonable y legĆtima, como sĆ hacen muchas personas que sĆ creen en las verdades oficiales, pero que no por ello, se niegan a observar y estudiar otros puntos de vista.
La suya es una postura cerrada e intransigente.
No quieren entender que la información es poder y que aquellos que acaparan los puestos de privilegio no tienen ningĆŗn interĆ©s en contarnos la verdad sobre sus actividades, simplemente, porque tal hecho les perjudicarĆa.
ĀæAlgo tan evidente como Ć©sto es tan difĆcil de asumir?
ĀæAcaso un mago revela sus trucos?
ĀæAcaso una empresa comparte alegremente sus secretos industriales?
ĀæAcaso un marido infiel muestra a sus amantes secretas?
Entonces, ¿quién es el obtuso?
ĀæEl que sospecha que los gobiernos y los poderosos difĆcilmente nos dicen la verdad o el que defiende a ultranza la āverdad oficialā?
El peligro de la paranoia
Pero, ¿CuÔl es la actitud correcta?
ĀæCreernos toda āverdad oficialā o por lo contrario, no creer nada que provenga de la autoridad o lo comĆŗnmente aceptado?
Evidentemente, ninguna de las dos posturas extremas resulta sana.
Pensar que todo es mentira y abrazar ciegamente cualquier teorĆa conspirativa resultarĆa tan absurdo como aceptar ciegamente la verdad oficial.
El mundo caerĆa en una lucha estĆ©ril y fanĆ”tica entre āperros del sistemaā y āperros anti-sistemaā, que no llevarĆa a ninguna parte.
Como decĆamos al principio, hemos sido educados para sentir intolerancia hacia toda incertidumbre y abrazar cualquier āverdadā, sea la que sea.
Y este es el mal que padecemos en la actualidad: mucha gente, decepcionada con las mentiras oficiales, se lanza temerariamente a los brazos de las supuestas āverdades alternativasā, aunque Ć©stas consistan en una sarta de disparates fantasiosos, ilógicos e insostenibles.
Y es que una cosa es tener una visión crĆtica y escĆ©ptica de la realidad y otra muy diferente es convertir la visión paranoica en un estilo de vida.
Una nueva actitud
Y ante la duda de cómo actuar, ¿por qué no abandonamos las viejas estructuras mentales que nos agarrotan?
Como decĆamos al principio, desde bien pequeƱitos nos han inculcado que para no ahogarnos en el ocĆ©ano debemos aferrarnos, temerosos, a algo que flote, es decir, a cualquiera de las supuestas certezas que la sociedad pone ahĆ para nosotros.
De hecho, la sociedad necesita que todos lo hagamos, pues dependiendo de la verdad a la que nos abracemos, seremos clasificados y etiquetados por los demƔs.
ĀæPero quĆ© sucederĆa si en lugar de hacer eso, admitiĆ©ramos de una vez por todas que nos encontramos enmedio del ocĆ©ano y simplemente, aprendiĆ©ramos a nadar?
ĀæQuĆ© sucederĆa si asumiĆ©ramos que nada nos sostiene y que bajo nuestros pies se extiende el abismo insondable y centrĆ”ramos todos nuestros esfuerzos, no en agarrarnos desesperadamente a esas verdades inertes que la sociedad ha creado, sino en utilizar nuestro intelecto para viajar entre ellas con total libertad?
¿Para qué limitarnos a flotar si podemos nadar sin limitaciones?
Sin la obligación de ser etiquetados por los demÔs, ni de adoptar tal o cual creencia o tal o cual ideologia, reconociendo, con plena tranquilidad, que toda nuestra vida es una incesante valoración de los hechos y que quizÔs nunca llegaremos a una conclusión definitiva sobre nada.
Al fin y al cabo, no hay nada que temer: si nos sentimos agotados por el esfuerzo de pensar y buscar, siempre podremos agarrarnos a alguna de las respuestas que la sociedad reserva para nosotros.
Ćsto es precisamente lo que tanto teme el fanĆ”tico, sea del bando que sea: soltarse del flotador y nadar.
Es decir, teme abandonar las verdades y creencias construidas por otros y entregarse a la incertidumbre de la búsqueda y la exploración por uno mismo.
Por eso, siempre vigila receloso al individuo libre y se pregunta: āĀæCómo puede ser que no se agarre a nada? ĀæQuiĆ©n lo sostiene?ā
Asà pues, suéltate
Empieza abandonando la comodidad de lo comĆŗnmente aceptado por la sociedad, las creencias y doctrinas prefabricadas, lo que te cuenten las noticias o lo que te dicte la autoridad en cualquiera de sus mĆŗltiples expresiones.
Sencillamente, no te creas lo primero que te digan.
Date un tiempo para pensarlo todo por tà mism@, analizarlo y darle la vuelta del derecho y del revés.
Ante cualquier creencia impuesta, escucha primero a tu voz interior.
Ante cualquier noticia, pregúntate a quién favorecen los hechos, quién puede ocultarse detrÔs y qué intereses puede albergar.
Ante cualquier doctrina, pregúntate qué sentido tiene, para qué la necesitas, qué aporta de positivo a tu vida y a la de los demÔs y quién puede beneficiarse de su existencia.
Juega con tu mente, fantasea, elabora tus propias hipótesis y búscale la lógica interna a tus argumentos.
Y en el caso de que no halles elementos y datos que fundamenten tus conjeturas, simplemente, abandónalas con toda tranquilidad, como harĆas con cualquiera de esas maderas que flotan en el ocĆ©ano y sigue nadando.
No tienes la obligación de saberlo todo.
La clave radica, no en creerte a rajatabla tus propias teorĆas, sino en generar nuevos puntos de vista con los que valorar la realidad.
Algo que temen
Y llegados aquĆ, realiza uno de los ejercicios que mĆ”s aterroriza a quienes acaparan el poder: ponte en su lugar.
Ante cualquier situación, pregĆŗntate: ĀæquĆ© haria yo si fuera āuno de ellosā y quisiera conseguir ātalā o ācuĆ”l cosaā?
Es decir, adopta su rol y usa uno de tus mÔs poderosos instrumentos: la imaginación.
ĀæCrees que estos ejercicios son una bobada sin sentido?
DeberĆas saber que los grandes grupos de poder lo hacen sistemĆ”ticamente.
Para ellos, imaginar y simular situaciones no es ninguna tonterĆa.
Fabulan y conjeturan sobre eventos hipotéticos futuros y preveen y conciben posibles estrategias, maniobras y respuestas para cada situación.
Constantemente estan visualizando el maƱana y los caminos que deberĆan seguir en cada caso para alcanzar sus objetivos.
Los comités de expertos encargados de estas actividades reciben el nombre de Think Tanks y muchas veces son los encargados de generar esas verdades oficiales a las que tan obstinadamente se aferra la población.
Siembran ideas, conceptos y creencias en la opinión pĆŗblica, planifican las estrategias globales de partidos polĆticos, grandes corporaciones y medios de comunicación y promueven y moldean a los futuros lĆderes.
Dicho en otras palabras: son conspiradores profesionales y les pagan por imaginar.
Si siguiĆ©ramos con la metĆ”fora utilizada a lo largo del artĆculo, los expertos de los Think Tanks, serĆan nadadores de Ć©lite que van diseminando las maderas a las que tĆŗ debes aferrarte.
Su interƩs fundamental reside en que jamƔs aprendas a nadar.
No quieren que te pases el dĆa razonando, valorando, imaginando y atando cabos y por eso se encargan de suministrarte rĆ”pidamente respuestas a todo, para que no te pongas a buscarlas.
La Conspiración Masiva
Pero ĀæQuĆ© sucederĆa si de repente todo el mundo soltara sus confortables flotadores y decidiera nadar?
ĀæQuĆ© sucederĆa si los conspiradores fuĆ©ramos nosotros?
¿Si fuera el pueblo el que utilizara su imaginación para conspirar contra los poderosos y no al revés?
¿Si cada vez que apareciera una noticia, en lugar de acatarla como una verdad incuestionable, cada ciudadano se hiciera todo tipo de preguntas y conjeturas, por incómodas que resultaran?
¿Si en las reuniones de amigos, ademÔs de hablar de futbol y cotilleos, se formaran pequeños Think Tanks improvisados y cada individuo fuera un pequeño experto conspirador, planificando las maniobras necesarias para cambiar el mundo?
Como si se tratara de un juego o de una despreocupada diversión narrativa.
Millones de personas abriendo bien los ojos, tratando de ver desvergonzadamente quiƩn se esconde tras las bambalinas o intentando adivinar la proxima linea de diƔlogo de la gran obra de teatro.
Miles de minúsculas e incontrolables sociedades secretas de carÔcter cotidiano, centrando sus actividades en un objetivo común: descabalgar del poder a los que mueven los hilos y a sus secuaces y esbirros.
Dicen que las actuales son las generaciones mƔs preparadas de la historia.
En tal caso, con tanta gente bien formada elucubrando, imaginando y actuando a la vez, ĀæserĆa tan fĆ”cil engaƱarnos y manipularnos?
Probablemente noā¦
AsĆ pues, te invitamos a que lo hagas.
Y no prestes atención a los ladridos desesperados de los perros del Sistema.
Recuerda que ladran porque tienen miedo.
SuƩltate, imagina y conspira, por favor.